AGUA Y DEPORTE, UNA PAREJA INSEPARABLE

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AGUA Y DEPORTE, UNA PAREJA INSEPARABLE

Una hidratación adecuada y constante resulta imprescindible no solo para mantener el equilibrio hídrico, sino también para evitar un agotamiento excesivo cuando hacemos ejercicio


No debemos esperar a tener sed para beber agua

El agua tiene un papel fundamental en el transporte de los nutrientes que ingerimos hacia las células musculares, así como en su absorción, y es primordial en la eliminación de sustancias de desecho y en la lubricación de las articulaciones. Si no nos hidratamos convenientemente, podemos notar cansancio, dolor de cabeza, dificultad de concentración...

 

Una pérdida del 2 % de agua en nuestro cuerpo puede provocar una reducción del 20 % de nuestra energía y, si perdemos un 10 %, podríamos encontrarnos con mayores complicaciones. Por eso, nunca debemos esperar a tener sed para beber agua. De hecho, es aconsejable tomar un mínimo de 8 o 10 vasos al día. Esta recomendación, que todos debemos tener en cuenta, se convierte en imprescindible a la hora de practicar deporte.

 

Hacer deporte, sobre todo en verano, provoca una mayor pérdida de agua en nuestro cuerpo. La práctica de ejercicio aumenta nuestra temperatura corporal y la transpiración de agua en forma de sudor es uno de los mecanismos principales para refrigerarnos. Sin una hidratación conveniente, disminuirá nuestra resistencia física y nuestra fuerza muscular, y es posible que aumente la probabilidad de sufrir lesiones. Además, en un cuerpo deshidratado se pueden producir problemas físicos, desde calambres musculares hasta mareos, cuando no algo más grave. Por lo tanto, es evidente que una hidratación adecuada y constante resulta imprescindible no solo para mantener el equilibrio hídrico, sino también para evitar un agotamiento excesivo. 

 

Aunque ya todos sabemos que el mecanismo del que dispone nuestro organismo para avisar de que necesitamos agua es la sed, esta sensación se manifiesta con cierto retraso, cuando ya se ha producido una disminución del rendimiento. Es por ello que debemos beber entre 400 ml y 600 ml de agua unas dos o tres horas antes de realizar ejercicio, aun cuando no lo creamos necesario. De esta manera, contaremos con el tiempo suficiente para regular el líquido corporal total, retrasando los eventuales efectos perjudiciales de sufrir deshidratación durante la actividad física.

 

Teniendo en cuenta que la deshidratación compromete el trabajo muscular y, por tanto, nuestro rendimiento deportivo, durante la práctica de ejercicio procuraremos beber pequeñas cantidades a intervalos regulares para lograr un equilibrio hidroelectrolítico adecuado. En esta etapa, la cantidad de agua que se debe ingerir dependerá de diversos factores como el nivel de sudoración, la intensidad y duración del ejercicio, las condiciones medioambientales y la posibilidad de beber en función de la disciplina deportiva. 

 

Beber agua tras el ejercicio físico es igual de importante. En cada litro de sudor encontramos alrededor de 1,5 g de sal, que contiene 585 mg de sodio. Esta situación de pérdida de electrolitos provoca que nuestro rendimiento físico se vea afectado y que los músculos no respondan de la forma adecuada, lo que da lugar a calambres y deficiencias en la contratación muscular. En algunos casos, después de la práctica de ejercicio físico, añadir entre 1 y 1,5 g de sal por cada litro de agua ayuda al cuerpo en su proceso de recuperación tras el desgaste sufrido y asegura una completa hidratación. 

 

Por lo tanto, una buena hidratación es fundamental a la hora de practicar ejercicio. Y es que la ingesta adecuada de agua nos hará sentir con intensidad ese bienestar que intentamos conseguir cuando hacemos deporte.