AGUA DEL GRIFO: CALIDAD GARANTIZADA

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AGUA DEL GRIFO: CALIDAD GARANTIZADA

Realizamos un análisis de agua cada tres segundos para garantizar que su calidad sea excelente


Cada año, Canal de Isabel II realiza nueve millones de análisis de la calidad del agua

Existe en algunos sectores de la sociedad la creencia de que el agua del grifo es peor que la embotellada, pero no es más que un mito. El agua del grifo es unos de los productos alimentarios que más controles analíticos pasa. Esta meticulosa vigilancia es a la vez causa y consecuencia de que se suministre con total garantía a la población.

El agua destinada al consumo humano debe cumplir con una calidad sanitaria apta después de su proceso de tratamiento y conservarla en la red de distribución, por lo que, desde que sale del punto de toma hasta que llega al grifo, recorre un camino lleno de controles, vigilancia, procesos y análisis

A propósito de este proceso de control, en Canal de Isabel II siempre hemos tenido la voluntad de ir más allá de lo exigido de cara a suministrar un agua de la mejor calidad posible. Por este motivo, empleamos las tecnologías más avanzadas y de vanguardia.

La vigilancia del agua en el abastecimiento comienza en el origen de la misma, es decir, en embalses, ríos y pozos; continúa durante su tratamiento en las estaciones potabilizadoras y a través de su paso por la red de distribución, hasta la entrega en los contadores del usuario. En este punto conviene matizar que la geografía juega a favor de los madrileños, ya que nuestros embalses se encuentran en zonas graníticas que favorecen la baja salinidad del agua, por lo que su sabor resulta más agradable. 

En cualquier cosa, a lo largo del proceso que recorre el agua, esta pasa por infinidad de controles. El más exhaustivo de todos ellos, con el mayor número de análisis, se lleva a cabo durante la estancia del agua en la red de distribución. Para su vigilancia utilizamos dos programas basados en la toma manual de muestras: uno sistemático en puntos y momentos concretos; y otro auxiliar sin programación establecida. A ellos hay que sumar que existe una importante red de estaciones de vigilancia automática (EVA). Están equipadas con infinidad de sensores que nos permiten medir una serie de parámetros y enviar los resultados en tiempo real al Centro de Control. En todas ellas analizamos el cloro, el amonio, los nitritos o el pH; en algunas, adeás, medimos el carbono orgánico total, los nitratos y la turbidez. Por si fuera poco, contamos también con 16 laboratorios que otorgan mayor fiabilidad si cabe al proceso de vigilancia. En total, realizamos seis millones de análisis al año, esto es, uno cada cinco segundos. 

Con todo, cada vez son más quienes están sustituyendo el agua embotellada por la del grifo, conscientes de las ventajas de esta transición. Además de por la diferencia de precio (el agua embotellada puede ser hasta mil veces más cara que la del grifo), también por la reducción de la huella de plástico. En este sentido, el uso de botellas o jarras de vidrio supone una magnífica idea. Si las llenamos con agua del grifo y las guardamos en el grifo, dispondremos siempre de agua fresca y óptima para su consumo. Todo ello con un coste económico prácticamente nulo y sin haber generado ni un solo residuo plástico.