No es ninguna novedad que los recursos naturales que nos brinda el planeta están cada vez más comprometidos. En esta tesitura, la búsqueda de alternativas se está convirtiendo en una exigencia; y el reaprovechamiento de los residuos, en una solución. Uno de los mayores exponentes de este aprovechamiento son nuestras estaciones de depuración de aguas residuales (EDAR).

Lejos de la imagen que proyectan en el ideario colectivo, asociadas a la suciedad y los olores desagradables de las aguas fecales, las depuradoras se han convertido en verdaderos yacimientos urbanos. Gracias a estas instalaciones, «somos capaces de recuperar ciertos recursos muy interesantes para la sociedad y de darles una segunda vida», expone María Gómez, coordinadora de depuración en las cuencas de Guadarrama y Alto Manzanares. En efecto, los residuos biodegradables han dejado de ser un problema y han pasado a ser una oportunidad.

Nuevos combustibles, carburantes, fertilizantes, compost, agua regenerada y energía eléctrica y calorífica son algunos de los productos «reciclados» que brindan las depuradoras. Y todo ello de manera sinérgica a su cometido principal: sanear las aguas residuales para devolverlas a los ríos en condiciones óptimas. Lo hacen continuamente, pues el flujo del agua consumida por las ciudades es incesante. «Una depuradora está viva, no podemos encenderla y apagarla; trabaja las 24 horas del días, los 365 días del año», recuerda la responsable.

Es en el transcurso de la depuración propiamente dicha cuando se van generando materias que, sometidas a distintas transformaciones, permiten obtener esos productos reutilizables o reciclados.

Tesoros en el fango

Hablar de los subproductos generados en una EDAR es hablar, por ejemplo, de los fangos generados en el proceso de depuración, que concentran la contaminación retirada del agua residual. Teniendo en cuenta que al cabo de un año podemos extraer más de 400.000 toneladas de estos lodos de todas nuestras depuradoras, desecharlos directamente al vertedero supondría un gran desperdicio. En su lugar,  tratamos una parte de ellos en grandes digestores hasta producir una energía renovable muy versátil: el biogás. El poder calorífico del biogás es su punto fuerte, pues permite obtener calor, electricidad o carburantes para vehículos (si se somete a una fase de enriquecimiento que lo convierte en biometano).

No queda ahí el potencial de los fangos. Una vez espesados y estabilizados, pueden aplicarse en los suelos agrícolas, beneficiando a las cosechas, pues se comportan como una enmienda orgánica que fertiliza y mejora la estructura del suelo. Asimismo, también pueden enviarse a plantas específicas para su compostaje y su higienización mediante secado térmico.

En Canal de Isabel II explotamos dos instalaciones de secado térmico con cogeneración, ubicadas en la EDAR Sur y en la planta de tratamiento de lodos de Loeches. En ellas se aprovecha el calor procedente de la cogeneración eléctrica para eliminar la humedad e higienizar los lodos, que ven reducido su volumen al pasar de una sequedad inicial del 21 % a una sequedad final del 90 %. Así, se consigue un producto higienizado en forma de gránulos que puede usarse igualmente como abono en la agricultura o como combustible de sustitución en determinados procesos industriales.

En estas grandes plantas industriales, gracias a los enormes motores de cogeneración, además de la energía térmica necesaria para el secado de los fangos, se produce electricidad para autoabastecimiento y venta a la red general (se entregan los excesos de energía generada).

Así las cosas, mediante esta forma de reaprovechar los lodos extraídos de las depuradoras, no solo evitamos su eliminación directa en vertederos, sino que podemos darles nuevos usos, cumpliendo con nuestras políticas de fomento de la economía circular.

En esta línea, otro de los subproductos obtenidos de la depuración son los fertilizantes de alto valor, como es el caso de la estruvita, obtenida a partir de la cristalización controlada del fósforo presente en las aguas residuales. En la actualidad, contamos con la mayor planta de producción de estruvita del país, localizada en la depuradora Sur.

Del agua depurada a la regenerada

Pero, además de aprovechar los elementos que arrastra el agua residual, también se podemos recuperar la propia agua y darle una segunda vida. Aparte de depurarla convencionalmente para que vuelva limpia a los cauces, podemos regenerarla dándole un tratamiento adicional que la hace apta para el riego de zonas verdes públicas y campos de golf, el baldeo de calles o usos industriales.

Toda esta estrategia (producción de energía y combustibles limpios, aplicación de lodos a la agricultura como fertilizantes, generación de estruvita o regeneración del agua depurada) convierten a las depuradoras de aguas residuales en biofactorías urbanas, en generadoras de oportunidades, en elementos de contención del cambio climático y en ejemplos de compromiso medioambiental.

Por ello, quienes trabajan en ellas insisten en la necesidad de valorarlas como verdaderamente merecen. En palabras de María Gómez: «Debemos abandonar el paradigma de que las depuradoras son instalaciones que no queda más remedio que tener para tratar el agua, y comenzar a verlas como una fuente valiosísima de recursos».